Blogia
Cada día hago menos y soy más

SEXO SENTIDO

De cine

Un monumental falo me penetra el esfínter y un gustoso dolor brota de mi garganta en forma de palabras guarras. El olor a sexo me ablanda las piernas y me despeina. Lo estoy haciendo muy bien. El anzuelo de su pulgar en mi desgastada boca me enloquece y mi lengua busca chuparlo con los ojos mojados. Estoy mareada de tanto gemir. Mi piel, maleada por sus manos y el deseo, aplastado contra su tieso taladro que engullo sin aliento de una vez. Llaman a la puerta. Me pongo de pie, me cruzo la bata y voy hasta el recibidor descalza. A tientas echo la llave y vuelvo al sofá. Pesco el mando y cambio a La 2. Un Punset clarividente me habla del sol y las estrellas.

He dejado de ser una joven prostituta en una orgía brasileña.

El calor me ablanda los dedos y me acelera, y mi entrepierna elástica se sintoniza.

Escaleras mecánicas

Qué placer experimento cuando me aguanto las ganas de orinar subida en unas escaleras mecánicas. Friccionar las piernas una contra otra aprisionando mi bajo vientre entre las nalgas puede llevarme a tener espasmos "orgasmiles" sin parangón. Hoy en las rebajas del Corte Inglés tenía la vejiga caprichosa, abultada por los zumos de naranja que poco antes había devorado para beneficio de mi fisura aún sin curar, pero sin llegar al punto de maldecir que los lavabos estuvieran en la novena. En ese estado meseta y sin buscarlo me encontraba yo, reposando medio cuerpo en la baranda de las escaleras, ascendiendo por la quinta planta como si me llevaran al séptimo cielo. Intentaba no pensar en ello mientras permanecía momia total en mi peldaño, controlando la inminencia de querer vaciar el líquido amniótico que alimentaba mi futuro gozo. Pero aún era sólo gusto de pocos minutos de edad y para verlo crecer únicamente tenía que hacerme con una escalera donde poder discurrirme entre la multitud sin problema, y poder así llegar al clímax buscado. Pensaba en mis otras ganas, las de ejercer presión con mi mano izquierda sobre mis bragas para controlar mi necesidad de evacuar, acto reflejo que las mujeres evitan y los hombres no. Y es que contra más cerca estoy de alcanzar el váter más pronta parece la salida de mi chorro abundante por tan pequeño agujero. Cuántas veces maldije vivir en un noveno, cuántas el no llevar las llaves a mano, y cuántas el pensar que podría aguantar un poco más, ante la premura de mear. Pero un buen día descubrí casualmente las ventajas que ahora revivo. Una cinta andadora mecánica de l’Fnac fue testigo. Aquella vez, tras el abatimiento de recorrer pasillos llenos de artículos que me atraparían hasta querer permanecer lo que la fisiología urinaria me lo permitiese, agarré las cintas mecánicas con la urgencia inevitable dirección la salida. Y de repente noté cómo se me caía el corazón a la entrepierna, bombeando pausado lo que duró la bajada hasta el primer piso, que no es poco. Fue tal mi sorpresa, fue tal mi incredulidad, y mi alegría, que sin pensarlo retomé las escaleras que me subirían de nuevo al punto de salida, como lo haría de niña en los autosdechoques. Pero no resultó. Me deslicé sonriente por ellas como la gran descubridora de un nuevo continente por explorar.

El traqueteo de los escalones esta vez era excesivamente brusco por la cantidad ingente de personas que arrastraban. Pero sarna con gusto no pica, y en la de Oportunidades se bajarían casi todos. La mía, me esperaba más arriba. Qué mejor oferta que la que me encontraría en la novena.

Pasado el gozo de total recomendación, no me importó hacer cola en los lavabos estando a punto de reventar. Mientras mis nerviosas caderas retenían la presa, me entretenía pensando que quizá en la bajada, ya sin prisas y en ascensor, descubriría territorio virgen que me invitaría de nuevo a subir, esta vez pulsando tan solo un botón.

Hoy me he levantado sexual

Hoy me he levantado sexual. Desde el balcón observaba embelesada a un chico arreglando el cierre de un maletero con un destornillador en la mano. Camuflaba su cabeza bajo la puerta, mostrando la rigidez de su brazo al empujarla hacia arriba para que no se cerrara y con el otro no paraba de hacer movimientos musculados, atornillando o aflojando con la mano algo que mi vista no alcanzaba a ver pero si a imaginar. Y no me venían preguntas técnicas sobre qué pieza estaba forzando para arreglar el anclaje si no cómo debía hacer el amor. Al ponerse de pie y comprobar una y otra vez que la puerta salía rebotada en su intento de cerrarla a empujones, he tenido que meterme dentro de casa. No le he puesto remedio, qué iba a hacerme, un dedo pensando en él al ritmo de los portazos? No tenía suficiente información para tanto pero si imaginación para mucho. Una pena. La energía sexual es muy divertida. He vuelto a salir, esta vez mirando con descaro y algo más peinada, lo suficiente para gustar a la distancia que nos separa. Se entretenía en mover cosas del maletero, como si desnudara pacientemente una mujer con prendas entretenidas,  de botones, corchetes y lazos. Al reclinarse aún más deducía su manera de besarla por cuello y pecho, y francamente no lo hacía nada mal. Por qué tengo que estar tan fea cuando estoy por casa? Hubiera bajado a echarle una mano imaginaria, a recopilar más información. Me acomodo en lo alto del castillo para seguir observándolo. Su pelo limpio con corte moderno incita a estirarlo. Su mono holgado de hacer faena se ajusta al agacharse a sus espaldas. Una llamada de móvil interrumpe el cortejo del macho. Se pone de pie y yo escucho su voz grave. Alza la mirada y me ve como un pasmadote. Disimulo mirando al cielo, para que no pueda descodificarme. No creo que esté para gaitas, se le ve cansado, pero yo no sé cómo se ha levantado él hoy, y pobre si se le ocurre insinuar nada. Lo divertido del juego es que no me pesquen porque me confundirían y sería aburrido. Yo quiero reírme y disfrutar conmigo. Esa llamada debía ser importante porque se va con el maletero cordado y con movimientos que solo me recuerdan prisa. Me planto delante del Telenoticias con su recuerdo mojando un brioche en la leche del desayuno y me sonrío de verme con mi chorreante boca frente a uno que tras la pantalla me mira y que anuncia risueño que vendrá buen tiempo. Y que tú lo veas, guapo.