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Cada día hago menos y soy más

Conversando con él

A punto ha estado de llevárselo la grúa. Ayer estuve parloteando hasta altas horas de la noche dentro del coche. Es el único sitio donde poder hablar tranquilamente con él. Debían ser las 2 cuando bloqueaba el volante y colocaba el hierro que lo inmoviliza. Es un artilugio más estético que otra cosa, pues hace poco me percaté que es posible conducir con eso puesto. Un frenazo manual en el semáforo de mi calle me hizo darme cuenta de que lo llevaba aún ensamblado al pedal central, que por comodidad es el escogido para tal fin, sin mayor criterio que éste para colocarlo.

El vaho se había apoderado de todo el habitáculo Me ensimismé viendo resbalar las gotas condensadas del cristal del parabrisas, siguiendo las carreras que mantenían, abriéndose camino cristal abajo efecto alud de nieve. Todo mi cuerpo perpetuado ante tal espectáculo, únicamente mi mano izquierda se alzaba para truncar alguna de estas carreras de fondo. El asiento parecía también mojado, aunque quizá solo estaba frío, no sé, pero todo hacía pensar que la conversación había sido larga. Ese día me había llamado tres veces, las mismas que descolgué el móvil. A veces ni tan solo contesto sus entrañables sms deseosos de buenos propósitos para mi, pero ayer hablamos más de lo debido. Le comenté sorprendida que hoy el destino se había puesto de nuestra parte haciendo coincidir nuestro tiempo libre para poder así gestar nuestras afables conversaciones. Pero ciertamente el motivo era que me sentía sola. De hecho el destino se había esfumado sin dejarme ningún propósito para el resto de la tarde y holgazaneé con móvil en mano esperando su llamada. –Buenas noches cocinilla, que usted lo guise bien- me dijo a modo de despedida. Y es que mi pasión por la cocina me hacía darle recetas nuevas de continuo, rescatadas del sitio mas insospechado. La última, risotto di champignon, de la puerta de un lavabo frecuentado por estudiantes de Erasmus.

Se marchaba contento a dormir las 4 horas que restaban para levantarse pero no le importaba.Yo me quedaba pensando en lo poco sincera que había sido con él, por no mostrarle, una noche más, mi abatimiento ante la vida, el no saber para donde tirar, camuflándome bajo mi estudiada sonrisa acompañada de escurridizos comentarios. Cómo me gustaría también poderlos frenar como hago con lo demás.

El bizcocho de limón cocinado de madrugada me subió más de la cuenta, podría haberse desinflado pero hoy mojado en el café con leche de la mañana se dejaba comer aunque me ha costado pasármelo más que en otra ocasión. Las prisas por mover el coche mal aparcado no ayudaban.

2 comentarios

yolijolie -

Hola Anónimo. La fortuna tambíen es tuya.Ser conscientes de nuestras limitaciones nos da otra visión de las cosas que los demás no tienen. Disfrútala,y por qué no, cuéntamela. saludos

Anónimo -

Que bonita manera de hablar del Sol..yo nunca podré hablar tan bien de él como lo has hecho tú, a mí no me permite observarle durante mucho tiempo. Que suerte la tuya.