Escaleras mecánicas
Qué placer experimento cuando me aguanto las ganas de orinar subida en unas escaleras mecánicas. Friccionar las piernas una contra otra aprisionando mi bajo vientre entre las nalgas puede llevarme a tener espasmos "orgasmiles" sin parangón. Hoy en las rebajas del Corte Inglés tenía la vejiga caprichosa, abultada por los zumos de naranja que poco antes había devorado para beneficio de mi fisura aún sin curar, pero sin llegar al punto de maldecir que los lavabos estuvieran en la novena. En ese estado meseta y sin buscarlo me encontraba yo, reposando medio cuerpo en la baranda de las escaleras, ascendiendo por la quinta planta como si me llevaran al séptimo cielo. Intentaba no pensar en ello mientras permanecía momia total en mi peldaño, controlando la inminencia de querer vaciar el líquido amniótico que alimentaba mi futuro gozo. Pero aún era sólo gusto de pocos minutos de edad y para verlo crecer únicamente tenía que hacerme con una escalera donde poder discurrirme entre la multitud sin problema, y poder así llegar al clímax buscado. Pensaba en mis otras ganas, las de ejercer presión con mi mano izquierda sobre mis bragas para controlar mi necesidad de evacuar, acto reflejo que las mujeres evitan y los hombres no. Y es que contra más cerca estoy de alcanzar el váter más pronta parece la salida de mi chorro abundante por tan pequeño agujero. Cuántas veces maldije vivir en un noveno, cuántas el no llevar las llaves a mano, y cuántas el pensar que podría aguantar un poco más, ante la premura de mear. Pero un buen día descubrí casualmente las ventajas que ahora revivo. Una cinta andadora mecánica de l’Fnac fue testigo. Aquella vez, tras el abatimiento de recorrer pasillos llenos de artículos que me atraparían hasta querer permanecer lo que la fisiología urinaria me lo permitiese, agarré las cintas mecánicas con la urgencia inevitable dirección la salida. Y de repente noté cómo se me caía el corazón a la entrepierna, bombeando pausado lo que duró la bajada hasta el primer piso, que no es poco. Fue tal mi sorpresa, fue tal mi incredulidad, y mi alegría, que sin pensarlo retomé las escaleras que me subirían de nuevo al punto de salida, como lo haría de niña en los autosdechoques. Pero no resultó. Me deslicé sonriente por ellas como la gran descubridora de un nuevo continente por explorar.
El traqueteo de los escalones esta vez era excesivamente brusco por la cantidad ingente de personas que arrastraban. Pero sarna con gusto no pica, y en la de Oportunidades se bajarían casi todos. La mía, me esperaba más arriba. Qué mejor oferta que la que me encontraría en la novena.
Pasado el gozo de total recomendación, no me importó hacer cola en los lavabos estando a punto de reventar. Mientras mis nerviosas caderas retenían la presa, me entretenía pensando que quizá en la bajada, ya sin prisas y en ascensor, descubriría territorio virgen que me invitaría de nuevo a subir, esta vez pulsando tan solo un botón.
7 comentarios
Yolijolie -
Organicemos salida que amanse a las fieras que llevamos dentro para echarnos de más el tiempo que dé de sí el encuentro..
Besos a Sara y otro gordote para ti.
Mª del Mar -
antoniaiam -
yolijolie -
besos mi niño!
ay!!
Alumno Aventajado.L.M.IV -
Nos vemos muy prontito!.
Un besito!!!!
yolijolie -
besos,
que tengas un día genial
Alicia -
MÁLDITA MANÍA LA MIA DE SUBIR SIEMPRE A PIE!!!!