Blogia

Cada día hago menos y soy más

Voto de conciencia

No soy apolítica aunque tampoco partidista.

No soy objetiva aunque resulte imparcial.

Escucho callada cuando me dejan hablar

y escribo lo que quiero cuando oyen sin atender.

Asiento ante la diligencia del reconocimiento del error

y me refreno prudente ante un acierto con desazón.

Me desborda la cautela ante un vaticinio atroz:

Eterna reserva con lo más certero y

silencio absoluto ante la palabra dolor.

Hipocresía y honestidad, iguales bajo el mal uso.

Empatía versus inercia, también al gobernar.

   

Posturas infinitas ante las casualidades del destino y

una única, ante las fatalidades forjadas que se podían evitar:

          reclinada,

          con tristeza

                    y vacío.

Mucha suerte señor Mandamás.

A usted le tocará aprender de viejo

porque la oportunidad de alumno aventajado

no la supo aprovechar.

Y yo,

que atiendo callada cuando me dejan hablar

y escribo alto cuando me oyen sin escuchar,

Le exhorto que aprenda a disculparse

a todos por los que habló

Y recoja votos

            de conciencia,

retirado de la vida pública

y fuera de la privada

            de los que representó.

Y dejé de fumar

Dejé de fumar un día que no recuerdo. No lo he hecho por creer que fumar es malo, ni porque apeste la ropa, el coche, el piso, el aliento. No he tenido que mentalizarme absolutamente de nada de eso porque no son razones de peso para dejar algo que me engancha. Simplemente ya no me apetece tenerlo en mi vida. El cigarro es ese tío con el que quiero estar porque me vuelve loca, del que se me dice que no me beneficia porque está casado, que me atormenta que no sienta lo mismo que yo, que aún siendo que sí a mí no me lo parece por anhelar estar con él hasta el punto de cegarme la consciencia más inútil, como es la de querer saber si siente mi ausencia como yo a cada segundo la suya. Pero un día me digo que lo que tengo con él es aburrido, que lo que me cuenta o me hace ya no es del otro mundo, que mi dependencia es un rollo, que la relación es cansina y que es estúpido todo lo que la rodea. Entonces sin más, lo dejo. El tabaco goza de la ventaja de no tener boca ni pies, no acude para convencerme mas que de la mano de algún amigo o conocido, y como no lo he dejado por imposición, permito que me entre si me viene en gana, porque el absurdo de fumar vuelve a mí al día siguiente evaporándose cualquier posibilidad de que me encienda otro.Yo no me obligué a dejarlo, porque las consecuencias de la abstinencia me habrían llevado a querer acostarme con la mujer de ese tío que me pierde, para hacerla lesbiana y así poder vivir con él aunque fuese en comuna. Verme atrapada en este absurdo con ramalazos de mi consciencia pidiendo auxilio, me llevan a recurrir a pruebas ridículas que nivelen mi integridad perdida. Entonces veo la peli de Antena3 del sábado por la tarde, en la que una mujer mata por estar con el hombre que la fornica salvajemente y que no le da más gusto que el de sentirse deseada, y pronto una sonrisa de pena me hace cambiar de canal. Si ese día me la embucho entera y acabo llorando, aún no estoy preparada para dejar esa relación que me dicen es perniciosa pero que a mi no me vale como argumento para desquitarme de esta adicción. A seguir fumando toca que mañana será otro día.Y cuando pasa un tiempo del abandono del vicio, me acaba doliendo la cabeza y molestándome el olor cuando lo veo asomar en bares o discotecas, como me marea que se me acerque un hombre con olor a rollo patatero con la excusa de preguntarme la hora. Las reminiscencias del pasado me echan para tras y sin problema paso de su body como de un cigarro bien liado.  

De no querer dejar la relación con el amante de turno, no lo hubiese hecho. Una vida saludable no se mide por los niveles de nicotina. Yo me miré por dentro, sin escuchar lo de fuera. No fumar por rebeldía ni por mis cojones, porque no encuentro el gozo de fumar con estos argumentos. Tampoco por influencia de las campañas del gobierno que en su forma se trasluce sólo la voluntad de reducir los gastos en sanidad que acarrea el fumar. Ser infiel con lo que se quiera pero no a uno mismo. Padecer el sufrimiento que el previo gozo te satisfizo pero nivelando las defensas, que se van sin colgar el cartel de cerrado por vacaciones.

Nota: texto recuperado en caché a través del Google. Debido a averías en el servidor de Blogia, se han perdido datos, básicamente de estas últimas semanas, algunos de vuestros comentarios tan preciados por mí, así com también algunas opciones que aún pueden fallar. Alguna cosilla que veáis que da error os agradecería me lo dijerais. GRACIAS. Que tengáis un estupendo día.

 

Mi cerebro

No hay especialista que me gradúe la poca vista que tengo para engañarte.  Cuando acierto del  pie que cojeas entonces echo a correr sin muleta alguna, y de la presura tropiezo y la faena luego es mía, para convencerte de que no fue nada. Es un impulso prestado pues me lo acabas quitando. Mirando el poso del café espero paciente sentada poder hablarte sin aturullo pero acabo ensimismadamente sola, pensando contigo por ti. Y cuando me acuesto sin ganas te apetece que te escuche. Entonces me haces encender la luz, o dejar la lectura, incorporarme en la cama o esconderme en ella. Levantarme suspirando por el desaliento brindado, y no me dejas tranquila hasta verme llorar. Me haces repasar fotografías del recuerdo reveladas a tu antojo. Permanezco desvelada así hasta que me dejas ir a retomar el sueño que aún no encaucé, sabiendo que por lo pronto, ya no será como lo imaginé.

Miles de tesis sobre tus virtudes, y me compadezco del que te confíe las suyas. La medida del estrés que proporcionas, desmesurada de nada me sirve; la lucidez sin acierto, es un martirio sin nombre;  un engaño hacerme creer que algo está en mi mano cuando en la tuya lo dejé. Luego te refugias en tu cueva, tras la cara que tengo que dar por ti. Te excuso con mentiras que tu me ayudas a confeccionar torpemente, poniendo tics en mis gestos, colores en mis mejillas, lágrimas en mis ojos cuando ya nadie ve. Eres listo en lo sutil, pero dudo si lo haces por mi bien. Fuiste concebido para problemas que se inventan y no para los que siempre están. Eres perezoso con lo que quiero aprender pero te grabaste los siete pecados capitales como días de la semana en calendario. Me haces ser correcta, hermetizarme ante el dolor, sentirme sola en compañía del amor. Pero te pillaré despistado, olvidaré  hacer del pasado mi  presente,  y del presente un futuro. El pasado es un trascrito y el  presente lo que ahora digo. El futuro un artificio para nublarme las formas verbales que ahora utilizo. Empiezo a entenderlo, volveré para explicártelo, por si quieres escucharme. Y cuando me quieras hacer ver que todo lo que te susurro es una martingala, repasaré lo que ahora escribo, para que leas con mis ojos prestados, lo que mis oídos quieren escuchar y tu no les dices jamás.

El material de mi suelo y el color de mi cielo

Rodearme de gente en la gran ciudad me hace cosmopolita. Los propósitos que no me hice a comienzos de año invento repasarlos caminando a paso firme. No me compadezco de las hormigas que a mi paso degollo, y que en el campo me asustan. La gran ciudad huele a actividad, a frenetismo y a yoquesé. El campo me abstrae, me inunda de valores que yo ya tenía pero ralentizándolos con olor a vaca. Llevo el lastre de la no modernidad a mis espaldas, de la no aspiración a malvivir con éxito, del retiro antes de tiempo y eso, si no me mata, me disfraza de mejor persona pues dejo de lado toda la mierda que se come con cuchillo en la ciudad  para degustar con las manos el más rico caviar en mi buena compañía. En la ciudad miro al suelo para pasar y repasar, y al cielo con desespero por un suelo sin consuelo. En el campo al cielo lo admiro y dejo de hacerlo cuando cabizbaja me retraigo porque algo va mal. Entonces pienso en volver, para curarme las heridas que se parecen a las tuyas, y alegrarme de nuevo por las curas de yodo compartidas: una hipoteca más barata, un trabajo mejor remunerado, un super nuevo en mi barrio, y otro canal autonómico sintonizado.

Pero la frivolidad con que me veo no me ayuda para nada y  volver al campo de nuevo buscando la diferencia puede enterrarme en vida en un ecosistema que  así no respeto.

Vivir conmigo y en mí, y todos los demás y demás, me estarán bien. Andar por la calle observando los grandes detalles, saber que bajo el cimiento hay también tierra y sobre las parabólicas un mismo cielo azul; que  el hombre que pasta ovejas tiene horario de 8 a 3 y el mismo dilema, o no, por llegar a fin de mes. Y las alegrías y las penas, las de carne y cliché, son las mismas en ambos sitios, solo dependerá de quién es quién en un mismo entorno que nos ve crecer disfrazados de campesinos o urbanitas.

Tengo 90 años

Y de repente tengo 90 años. Miro mi alrededor, todo permanece como antes de irme a dormir menos yo, que he envejecido varias décadas. Contemplo mis manos, fiel reflejo del paso del tiempo, y me confirman lo inverosímil de este martes. Permanezco inmóvil minutos. Estirada en la cama observo los mosquitos atrapados de la lámpara del techo mientras pienso que esto no es posible, que debe ser un sueño, pero nunca me cuestiono en un sueño si lo es. Buceo mis brazos bajo el nórdico, palpando mi cuerpo que hoy amanece cicatrizado por las heridas de unos años que ayer no existían, pero me lo creo, porque estoy convencida de que la vida es lo que te sucede y no lo que crees que vives, así que tardo poco en sucumbir a mi realidad. Sigo sumergida entre las sábanas. No tengo prisa por levantarme. Quiero experimentar lo que está pasando, poco a poco. No hay duda, yo sigo siendo yo, pero los colgajos de mis brazos me despistan: mi carta de presentación ha cambiado aunque mi currículum sea el mismo. Me encuentro bien. Trago saliva, muevo los dedos de los pies  y contorneo la cintura y se diría que es un problema de vista lo que tengo. Empiezo a pensar que algo le ha sentado mal a mi cerebro y que hoy me da los buenos días con una diarrea de alucinaciones. Alargo el brazo hasta la mesita  y agarro el móvil acercándolo hasta mí pero sin abrirlo. No llamaré a un psiquiatra para que me explique lo que no creería. Tampoco a un físico cuántico que me convenza con lo que es teoría. Doy gracias a que me reconozco por dentro y no olvido que situaciones reales de la vida me han impresionado más. Me lo echo al bolsillo del pijama y decido incorporarme. Me siento al filo de la cama, me encajo las zapatillas y  apaciguadamente  me pongo en pie. Cabellos blancos y lanosos, sobre mis pechos caídos, y tembleque en mis piernas. Me desplazo arrastrando mi carcasa y sonriendo con apuro: menos comer y más deporte, jovenzuela. La vida no dejará de sorprenderme, y cada cual que juegue su partida, la mía de lo más Kafkiana por lo visto. Pero ahí voy, camino de la cocina con paso lento. Mi paseo procesionario me descubre un pasillo más largo que de costumbre. La parsimonia en mis movimientos me fija la mirada en cosas de siempre que aparecen nuevas. Aprendo yendo despacio. Adopto nueva actitud sin percatarme y acierto en pensar que, bueno es lo que te enseña, y me suspiro. Tomo aliento apoyada en  el armario aún sin terminar, y asomo la cabeza por la habitación donde dejé un suéter por doblar y cerca a Ricky, con la jaula limpia de ayer. Llego al comedor y repito la jugada de cada mañana. Pongo a calentar la leche que más tarde tomaré templada con Nescafé. Me desperezo en el balcón y entro para asearme siguiendo el croquis hasta el lavabo, aunque esta vez no enciendo la luz. Uno ve lo que quiere, y hoy, en la penumbra y frente al espejo, yo me encuentro igual que ayer.

Café en mano, rescato el teléfono y llamo. Tras 5 tonos, que me parecen eternos, la voz de mi madre me da los buenos días y me pregunta cómo me he levantado hoy, a lo que yo le respondo decidida que bien, aunque debería descansar más o me haré vieja en 4 días. 

Tururú

Estoy borracha. Llevo una botella de cava en mi sangre. Siento una felicidad que ni el más potente ansiolítico podría proporcionarme. Todo es azul. Pero que bien me siento… Mi sexualidad la llevo por bandera, mis ganas de flotar no están porque ya lo estoy haciendo. Un esfuerzo supremo tengo que hacer para anclarme a la silla a escribir. Tengo la mirada perdida en el fondo de todo lo que observo. Lo de alrededor me hace pantalla, sus formas me provocan risa y disfruto. Me provoco frente al espejo con movimientos que a mi me parecen insinuantes. Me beso en el espejo del lavabo. Me reclino hacia atrás hasta hacerme daño en las lumbares.  Bailo al ritmo de cualquier canción, todas me están bien. Las lentas las acelero con movimientos pélvicos y a las rítmicas les hago dobletes con voces tan agudas que hasta a mí me ensordecen. Me sigo manoseando. Me río y sonrío. Hago un pis que me sabe a gloria. Me dormiría sentada en la taza pero tengo que bailar. Me voy a sudar lo que he bebido a ritmo del cha cha cha que retumba en mi cabeza con medio cuerpo desnudo y la cara recién mojá. Feliz año 2010….

Sorprendentes duetos

Millones de libros con 27 letras.

La vastedad del mundo entero en 118 elementos.

Miles de fórmulas, 10 números.

Internet y un solo bit.

Infinitas probabilidades para un único acertante.

Eternas melodías, 7 notas, 2 artistas:

Moby-Amaral y 1 canción.

Multitud de gracias por este regalo.

Y otras cuantas más a todo lo anterior,

por traérmelo hasta aquí,

para, en este instante, escucharlo sola,

y tal vez con alguien más, mañana

o por siempre.




Escaleras mecánicas

Qué placer experimento cuando me aguanto las ganas de orinar subida en unas escaleras mecánicas. Friccionar las piernas una contra otra aprisionando mi bajo vientre entre las nalgas puede llevarme a tener espasmos "orgasmiles" sin parangón. Hoy en las rebajas del Corte Inglés tenía la vejiga caprichosa, abultada por los zumos de naranja que poco antes había devorado para beneficio de mi fisura aún sin curar, pero sin llegar al punto de maldecir que los lavabos estuvieran en la novena. En ese estado meseta y sin buscarlo me encontraba yo, reposando medio cuerpo en la baranda de las escaleras, ascendiendo por la quinta planta como si me llevaran al séptimo cielo. Intentaba no pensar en ello mientras permanecía momia total en mi peldaño, controlando la inminencia de querer vaciar el líquido amniótico que alimentaba mi futuro gozo. Pero aún era sólo gusto de pocos minutos de edad y para verlo crecer únicamente tenía que hacerme con una escalera donde poder discurrirme entre la multitud sin problema, y poder así llegar al clímax buscado. Pensaba en mis otras ganas, las de ejercer presión con mi mano izquierda sobre mis bragas para controlar mi necesidad de evacuar, acto reflejo que las mujeres evitan y los hombres no. Y es que contra más cerca estoy de alcanzar el váter más pronta parece la salida de mi chorro abundante por tan pequeño agujero. Cuántas veces maldije vivir en un noveno, cuántas el no llevar las llaves a mano, y cuántas el pensar que podría aguantar un poco más, ante la premura de mear. Pero un buen día descubrí casualmente las ventajas que ahora revivo. Una cinta andadora mecánica de l’Fnac fue testigo. Aquella vez, tras el abatimiento de recorrer pasillos llenos de artículos que me atraparían hasta querer permanecer lo que la fisiología urinaria me lo permitiese, agarré las cintas mecánicas con la urgencia inevitable dirección la salida. Y de repente noté cómo se me caía el corazón a la entrepierna, bombeando pausado lo que duró la bajada hasta el primer piso, que no es poco. Fue tal mi sorpresa, fue tal mi incredulidad, y mi alegría, que sin pensarlo retomé las escaleras que me subirían de nuevo al punto de salida, como lo haría de niña en los autosdechoques. Pero no resultó. Me deslicé sonriente por ellas como la gran descubridora de un nuevo continente por explorar.

El traqueteo de los escalones esta vez era excesivamente brusco por la cantidad ingente de personas que arrastraban. Pero sarna con gusto no pica, y en la de Oportunidades se bajarían casi todos. La mía, me esperaba más arriba. Qué mejor oferta que la que me encontraría en la novena.

Pasado el gozo de total recomendación, no me importó hacer cola en los lavabos estando a punto de reventar. Mientras mis nerviosas caderas retenían la presa, me entretenía pensando que quizá en la bajada, ya sin prisas y en ascensor, descubriría territorio virgen que me invitaría de nuevo a subir, esta vez pulsando tan solo un botón.

Olvidaste recordar

Olvidaste recordar que olvidabas recordar. Anotas en hojas sueltas que luego pierdes sin advertir su falta. Garabateas tu mano con palabras clave que más tarde no asociarás. Bebes agua fría mientras piensas qué fuiste a la nevera a buscar.

 

Tu aspecto inmejorable y tu sonrisa jovial,

poco dicen de tu mente demacrada

que lucha por llegar a entender

lo que no te cuesta escuchar.

Cuánto mal nos hace a veces, mirar atrás,

pero cuánto más no poderlo hacer jamás.

Vivir sin recuerdos, hacer sin pensar,

un carpediem malévolo que te atrapa sin preguntar.

Huellas que se borran antes de pisar.

El tiempo es un invento, para los demás.

La soledad contigo mismo

perdió todo sentido,

ajeno a todo te miras sin reconocer

las arrugas del ayer.

 

Y soñaste que recordabas:

visitas amigas acudían

bañadas de melancolía,

disculpándose por aquel malentendido

llorando con su viejo amigo.

Y venían nuevas caras

futuros compañeros de vida

y riendo sugerías

volver a hacer

lo mismo que la última vez.

 

Pero al despertar te percatas

que todo fue una ilusión.

Que tu pesadilla, el Alzheimer,

sigue dándote prisión.


Desnudarme ante mí

 

Mi lengua, pegada al paladar, apuntalando la boca que se quiere cerrar. Tapones de látex metidos en mis oídos para escuchar lo que callo. Miro mis manos hasta reconocerlas. Muevo los dedos de pianista que no saben tocar y los empuño todos a una. Mis nudillos sobresalen, partes de mi cuerpo famélicas que siguen su propio metabolismo. Extiendo las manos con las palmas hacia mí y repaso las líneas de la vida, pliegues que buscan hacerme única antes de nacer. Acompaño mis manos con los brazos en alto hasta alcanzar mi cara. Acaricio las marcas de la almohada que me han visto dormir. Éstas duran menos que las tostadas del desayuno pero son presagio del día que empieza. Pero se van, hasta las de una noche imborrable. Y repaso otras arrugas, las que compiten contra el tiempo y sufren la antipatía del que no quiere envejecer. Con el bálsamo de mis dedos leo mi cara y mis ojos la recuerdan. Permanezco así buen tiempo, hasta notar en mis pies el agua de la ducha, ya caliente. Entonces doy un paso al frente para alistarme al chapuzón que refrescará mis ideas. Sin cambiar de gesto riego mi cabeza y se abren rieras por entre los dedos. Lucho contra el ahogo controlado, tomando el aire evaporado por la boca llena de agua como cascada termal. Mis huellas se arrugan, su tacto se asperea con el roce de mi piel, solo las gotas se deslizan con suavidad por mi cara, cuello y espalda. Calco mis ancianas manos en la pared baldosada. Mis hombros permeabilizan el calor y se queman. El vaho sale de mi cuerpo y reblandece mis labios y abrillanta mis ojos. Y es tal el gozo, que experimento el deseo de cambiar lo que no se ve: mi metamorfosis vuelta catarsis. Arrugarme por dentro para aprender lo de vieja, notar el rescoldo del agua en mi destemplado momento, maleabilidad en mis decisiones y frescura en mis gestos, como el pelo mojado sin arreglar. Que un amor apasionado me emulsione mis cortados labios de invierno hasta quemarme.

Lavar mi conciencia, templar mi conducta. Desnudarme ante mi y dejar que me resbale todo, con la cara relajada y las manos abiertas.



Jorge Drexler

Me tiemblan las letras, éstas que se atreven a viajar hasta tu ordenador y las que se quedarán por escribir, que por vergonzosas no veré salir. Conocí la luz de tu discografía en algo más de 12 segundos gracias a la piratería. Acudí con sed de ti al Principal de  Zaragoza y  al Palau en Barcelona. Finalmente pagué el precio de tu arte cuando ya era incalculable y ahora dejo que lo copien los que están aún por venir. Enviarte mi más ferviente muestra de afecto. Un beso en tus esculpidoras manos que moldean melodías impacientes por nacer y gratitud inmensa por tu sabia manera de hacer que vea a través de tu boca. Me sumo al colectivo que se consuela,  siente, crece, se alegra, se enamora, se sorprende, vive, con tu música, imposible ya de lograr sin tu existencia.



Drexler en Zaragoza

 

 

Un portátil de banda ancha

Un portátil de banda ancha. Entonces la eterna pregunta sobre qué me llevaría a una isla desierta debería puntualizarse: a una isla, desierta por poco tiempo. Con Internet todo es posible de cambiar. No quiero escribir lo que ya está escrito sobre él, pero quiero recordarme que puede llegar a serlo todo. Todo. Cuatro cosas contadas sabemos de la materia gris de la que estamos formados. Un milagro de la naturaleza con el que el hombre inventa lo imaginado y se recrea en lo extraordinario: que se le escape de las manos algo que hizo con ellas. La era terciaria, la era cuaternaria y la era Internaria. Quiero ser pitonisa, predicar lo que ahora parece irreal y que luego será irrisorio. La sociedad conocida como tal se extinguirá. La gente desarrollará falanges largas y ágiles, mutaremos a tener un dedo más por mano. Los ojos se achicaran, y los problemas de hipermetropía se erradicarán. Desarrollaremos callosidad en el culo, ya no será lo primero que miremos del sexo opuesto, y la espalda de nuevo se curvará, por lo menos la de mis descendientes. Los cinco sentidos serán dos: la vista y el oído. El tacto será don de unos pocos. Fisiológicamente la evolución nos adaptará a vivir frente a la pantalla. El caos inicial se reglará mediante la madre naturaleza y su hermana la tecnológica, fusionadas para ser una. Romperemos con lo que ya no convence como lo hacemos con la pareja que ya no funciona. Adiós a la televisión por cable, por tierra y por aire, a la impuesta globalización, a los injustos Tribunales de Justicia, a los estamentos de relleno y su representación sin representados, a los principios sin fines, a la democracia sin nombres, a los desacreditados profesionales con carrera, al marketing, la publicidad y la sutileza rimbombante: a la opacidad de lo que está claro. La manipulación será una anécdota del pasado y la democracia no será un mero artículo de la Constitución. El diccionario adoptará acepciones nuevas de palabras viejas: subir, colgar, bajar… y se dará paso a un idioma universal, fruto de la necesidad de comunicación global sin fronteras. Entonces las minorías serán enormes, y los grandes se harán pequeños. Los problemas de verdad agitarán la tierra con un nueve en la escala de Richter, bajo el terremoto que los ha hecho crecer: Internet.

Saco la bota María que me voy a descalzar

Esta noche es Noche Buena y mañana Navidad, saca la bota Maríaaaaa...         

En los pisos de ahora, similares a los establos de entonces por lo menos en lo que respecta a dimensión (cada cual que lo limpie cuando quiera), mientras mandas a María a por vino tú ya has ido. Cancioncilla ésta la de cada año de irrefutable letra machista. Debería abolirse este canturreo que nos persigue estos días. No es canción que implante alegría en buena sintonía con la familia, pero podría ser utilizada exclusivamente con aquella sobrina-cuñada-tía  progre-feminista-superguay que tanto odias y que ves más de lo que aún quisieras.De utilizarlo para tal fin, sugiero completar el repertorio dedicado, siempre acompañado con mirada punzante que quisiera sacarle los ojos, con las siguientes estrofas de reiteradas llamadas a María (¿estructuradas en su día con el intento de hacer que la pobre mujer no cesara en sus obligaciones?): "María, María, ven acá corriendo, que el chocolatillo se lo están comiendo”, “Y si quieres comprar pan más blanco que la azucena en el portal de Belén la Virgen es panadera” y por último “A esta puerta hemos llegado cuatrocientos en cuadrilla si quieres que nos sentemos saca cuatrocientas sillas”.   

…que me voy a emborrachaaaaaar (...)

cantar esto a pulmón a tu hijo, con anisete del Mono en mano y cucharilla de postre raspándola emulando no se sabe aún que instrumento, incita a normalizar una acción etílica que lejos está la sociedad de quererlo aceptar. Podríamos remediar el mal acierto de la confección de este provocador villancico, con un final resolutorio, diciendo, "niños no bebáis, esto es broma, no bebáaaaais…" pero no, porque prosigue:” Ya vienen los Reyes por aquel camino, ya le traen al Niño sopitas con vino”. Sugiero en este caso, añadir  lo de “En mi casa hay dos vecinos, un marido y su mujer, y aunque no sea Nochebuena también montan su 'belén'...", para que el niño vea lo poco católico que anda el padre de familia y lo lejos de la connotación religiosa con la que inicialmente fueron concebidas dichas cancioncillas. 

"En el portal de Belén gitanitos han entrado y al Niñito de María los pañales le han robado".         

Xenófobo. El que se anime a plantarse en el rellano para cantársela al vecino,se expone a no saber qué invitados asomarán la cabeza tras su puerta.Puede que solo se ría el niño de ver a su padre de nuevo haciendo el imbécil.

Rima asonante bonita donde las haya: "En el portal de Belén hacen Luna los pastores para calentar al niño que ha nacido entre las flores". Pero no me cuadra con la de : "Ay del chiquirritín chiquirriquitín metidito entre pajas, ay del chiquitirrín queridín, queridito del alma" ¿qué significa? ¿Soy yo una mente calienturienta? Mirando el repertorio, me declino a que el boca a boca va distorsionando las letras originales, porque otras como “ Esta noche nace el Niño y no tengo qué llevarle, le llevo mi corazón, que le sirva de pañales” llevan de poético lo que yo de religiosa. Lo mismo sucedería con "En el Portal de Belén hay una granada hermosa que la pintó San José con su mano poderosa" y que sigue con: "Ya se ha abierto la granada, ya ha salido el sol divino para casarse con rosa, Santo Domingo el padrino". Yo definitivamente confeccionaría un pupurri Light que dijese: "La granada abierta, el sol que sale, y la mano de José poderosa, me están poniendo nerviosa!"  

Y por úlitmo, mi más bonito hallazgo, este que dice: "Fíjate qué rubia, mira qué morena,¡ay, qué buena noche que es la Nochebuena!"

Fueron los ángeles del Belén promotores del piropo del andamio?  http://corazones.org/biblia_y_liturgia/temporadas/adviento_navidad/canciones%20.htm   (villancico En el Portal de  Belén)

      
El Ave María del Bisbal o el Así es María de Ricky Martin serían buena solución ante tal concierto mal estructurado y sin sentido al que recurrimos estos días por aquello de la Navidad.

Feliz Noche Buena en cualquier sentido.

Escocía

Tengo una fisura que me hace ver las estrellas de día. Un dolor tan grande que me hace recurrir a esta ensoñada frase. Miro mi váter altivamente cuando no tengo necesidad de él, y luego le pido perdón por mi soberbia, cuando frío y duro, aguanta mi estado de sumisión, pidiéndole que por favor me ayude a pasar rápido el mal trago, el mío metafórico, el suyo literal. No soy escatológica, pero necesito escribir de lo que me duele, y esto lo hace y mucho. Me estreñí en Escocia, “Vengo de Escocia escocía” decía, frase que me repito cada vez que el firmamento entero me acompaña al lavabo. Es el único mal menor que me he traído de allí. Pero entonces era un problema anecdótico no fisiológico. A esta dislexia la llamo yo predisposición: cuando uno quiere disfrutar, lo hace. Esa llovizna continua  aquí me fastidiaría, esos cortos días que dan paso al reclutamiento casero a la hora del café no los quiero para mi, ese sol tímido que no levanta cabeza me entristecería, y ese frío que cala me agarrotaría. Pero allí todo era perfecto, un cuadro en completa armonía. Brochazos de pintura que no podían ser de otra manera. Colores inventados para dibujar el paisaje escocés. Y todo dejo que me asombre, y disfruto, abriendo los pulmones a ese alo de sensaciones que me quiero traer, lo único que no tiene precio en un viaje, lo que realmente cuido cuando salgo fuera. Y es por eso que dormí no tan bien, reclutada en literas de 12, sumida en un concierto de ronquidos que parecían culminar en uno único y continuo. Mi rechazo al aburrimiento, me hacía recurrir a pensamientos que dispersaran lo ruin de la situación: 11 tíos y yo, en un cuarto de reducida dimensión, aglutinados como sardinas, compartiendo el mismo dióxido de carbono concentrado en tan calefactada habitación. El aire pesa, te aplasta contra la cama, pero alguno se levantaría si yo empezase de repente a gemir, idioma universal que seguro entenderían a la primera, acompañándolo de movimientos corporales sensualmente estudiados. Acabaría encendiendo la luz, y me despelotaría haciéndome la guiri borracha que sabe sin saber lo que se hace. Observaría entonces la reacción de cada uno de ellos, viendo como emigran repentinamente a una realidad que sus disfraces de  turistas que pagan por dormir en una habitación compartida no les da pie a imaginar: una tía con tetas y culo y aspecto contemplativo, permanece tumbada a sus pies, con la cabeza a la altura de sus genitales! Pero en aquel dormitorio ninguno sabe que existo. Me acuesto cuando ya duermen y me levanto antes que nadie. Me ducho, visto, acicalo, recojo y marcho todo en penumbra, con la duda de si acabo despertando a alguien, que con ganas de recobrar de nuevo el sueño, imagina, viéndome entre tinieblas, cosas que nunca pasarán. Pero acababa durmiendo, y me sentía acompañada, de eso no hay duda. Un nuevo día empezaba, una ciudad por descubrir, y una tarea matutina pendiente: hacer de vientre.

  

Escocia

10 euros cuesta subirse a una atracción de feria en la que unos arneses se sujetan a tus caderas y a tensas cuerdas elásticas que te propulsan como un tirachinas para que contemples mareado la ciudad durante los escasos segundos que dura la ingravidez del lanzamiento. 35 euros me ha costado subirme a otro invento con menos atracción, que vuela por encima de las nubes durante 3 horas y sin proporcionarme otro mareo que el de no perder detalle alguno de tan indescriptible paisaje:

volando voy

Mi querida Montserrat…

Barcelona a mis pies

 

Y a medida que toma altitud, la madre naturaleza se hace pequeña a mis pies, soy yo la que está por encima, y no me extraña que la fe cristiana mande al cielo a los buenos, porque esto realmente es divino…

 

minúscula ciudad

 

Imagino el movimiento de la ciudad, las prisas, los atascos, una mujer que llora, un anciano que fallece, una pareja que se desvirga , otros que ríen, otros que miran al cielo y se percatan de este avión y lo insignificante que se ve,  y todos ellos concentrados en un único punto de luz, como una estrella que modesta brilla perenne en el firmamento. Y miro hacia arriba, por encima del cielo, la mesosfera azul marino por no tener casi oxígeno y  veo a otro avión que se cruza, del tamaño de un mosquito, inapreciable. Qué pequeños somos con lo grande que nos creemos. Las congeladas gotas de la ventana me devuelven al avión. Estamos a menos 30 º de temperatura, un loco que abriera la compuerta y todos tiesos. Miro a mi alrededor, todos se ven normales, el que menos quizá yo por no ponerme a dormir o a leer.

(to be continued..)

 

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El tiempo para hoy

Bienvenido mes de diciembre. Eres el último porque el calendario cristiano así lo quiso. Cuando pienso en el tiempo y cómo en él se van escribiendo los acontecimientos fantaseo con cambiarlo. Desearía poder saltar, moverme por él como por el  espacio, conseguir el avión que haga volar los minutos en el hospital y eternizar las horas de pasión caminando con él. No me cabe más que utilizar mi materia gris para despistar la cronología del tiempo, para creerme que solo cabe cerrar los ojos y respirar hondo para convertir una noche de vigilia en un reparador descanso y apretar fuerte la mano que te ayuda para sentir que lo hace eternamente. El tiempo me da a cambio lo que necesito para cicatrizar heridas, esas que no se cerrarían si lo manipulase a mi antojo. Y me pregunto cuánto tiempo viviría si pudiera recortar el que me entorpece, y cuánto aprendería si todo el que dejo es de disfrute y alegría. La respuesta sólo la tiene él, ingrediente base de todas las historias que se van enclavando en su puntual minutero. Pero no me limita, no me impone, no me obliga. Se deja escribir, olvidar, prefiere ser vivido a mirado, y lo sé porque lentece subjetivamente sus manecillas cuando aburrido nos parece, y cobran vida cuando desearíamos tenerlo en más cantidad. Pero en silencio, cuando todos duermen y yo estoy despierta, me guiña el ojo, y me dice que hoy, y por ser yo, me va a regalar esos minutos que di por perdidos esperando lo que nunca llegó, y se queda conmigo dándome paz y tranquilidad, ayudándome a hacer eternos minutos de 60 segundos.



Hoy me he levantado sexual

Hoy me he levantado sexual. Desde el balcón observaba embelesada a un chico arreglando el cierre de un maletero con un destornillador en la mano. Camuflaba su cabeza bajo la puerta, mostrando la rigidez de su brazo al empujarla hacia arriba para que no se cerrara y con el otro no paraba de hacer movimientos musculados, atornillando o aflojando con la mano algo que mi vista no alcanzaba a ver pero si a imaginar. Y no me venían preguntas técnicas sobre qué pieza estaba forzando para arreglar el anclaje si no cómo debía hacer el amor. Al ponerse de pie y comprobar una y otra vez que la puerta salía rebotada en su intento de cerrarla a empujones, he tenido que meterme dentro de casa. No le he puesto remedio, qué iba a hacerme, un dedo pensando en él al ritmo de los portazos? No tenía suficiente información para tanto pero si imaginación para mucho. Una pena. La energía sexual es muy divertida. He vuelto a salir, esta vez mirando con descaro y algo más peinada, lo suficiente para gustar a la distancia que nos separa. Se entretenía en mover cosas del maletero, como si desnudara pacientemente una mujer con prendas entretenidas,  de botones, corchetes y lazos. Al reclinarse aún más deducía su manera de besarla por cuello y pecho, y francamente no lo hacía nada mal. Por qué tengo que estar tan fea cuando estoy por casa? Hubiera bajado a echarle una mano imaginaria, a recopilar más información. Me acomodo en lo alto del castillo para seguir observándolo. Su pelo limpio con corte moderno incita a estirarlo. Su mono holgado de hacer faena se ajusta al agacharse a sus espaldas. Una llamada de móvil interrumpe el cortejo del macho. Se pone de pie y yo escucho su voz grave. Alza la mirada y me ve como un pasmadote. Disimulo mirando al cielo, para que no pueda descodificarme. No creo que esté para gaitas, se le ve cansado, pero yo no sé cómo se ha levantado él hoy, y pobre si se le ocurre insinuar nada. Lo divertido del juego es que no me pesquen porque me confundirían y sería aburrido. Yo quiero reírme y disfrutar conmigo. Esa llamada debía ser importante porque se va con el maletero cordado y con movimientos que solo me recuerdan prisa. Me planto delante del Telenoticias con su recuerdo mojando un brioche en la leche del desayuno y me sonrío de verme con mi chorreante boca frente a uno que tras la pantalla me mira y que anuncia risueño que vendrá buen tiempo. Y que tú lo veas, guapo.   

Viernes noche

Viernes noche. Despedida de soltera de amiga de la infancia. Llego 30 minutos tarde. Acelero el paso. Me canturreo con asfixia la misma melodía de siempre: “tengo que cambiar, tengo que cambiaar…” mientras me acerco a grandes zancadas al punto de encuentro. Ninguna cara conocida. Deduzco que son ellas por el volumen de mujeres concentradas en la puerta de un Telepizza. Decido presentarme en la lejanía, con sonrisa exagerada y un ¡ hola! con correspondencia nula. Beso sin miramientos a toda y cada una de las allí presentes, repitiendo mi nombre como si en ello les fuese la vida. Un total de diez veces, el mínimo que necesitaría yo para recordar los suyos. Empiezo a hacer asociaciones para no olvidarlos: Ascen de ascensor, porque es alta, ya está; Ana, la que me llamó para citarme; Merche, cantante; una con cara de Raquel, otra con cara de Esther, y aquellas dos, las pijas, una se llama.. _tu nombre es Yolanda?_pregunto _psí. Se congela el tiempo y añado:_anda mira como yo! ( pero no como yo..) Oigo risas. Me toca el turno de firmar en un delantal con forma de falo. Sigo en mi línea y tardo horrores en decidirme qué poner “porque ahora estarás esposada pero no atada” y firmo rápido rellenando espacios con besos y pasando el testigo a la compañera. Firmamos todas. El rebaño decide abrirse paso dirección casa de la homenajeada. La pastora anda acicalándose pensando que tiene una cena con mi clon no clon la Yolanda. Me endosan una cámara de usar y tirar para que haga de reportera en el momento que nos abra la puerta de su casa y de su corazón. Soy la última del desfiladero de hormigas que sube por las escaleras, y cuando llego arriba temo que ya esté de vuelta del viaje de novios, pero llego a tiempo de besarla, y por sorpresa mía, se alegra y mucho. Decido tirarle una foto a su cara sonriente y otra a mis encías felices justo antes de recordar que esa cámara no la revelaré yo. La sientan, le colocan la diadema con polla de plástico, banda de miss cachonda, y le endosan un ramo de prepucios rosas. Lista. Bajamos por donde subimos y distribuyen gente en los coches. Yo me quedo fuera. Esto no me pasaba ni jugando al pañuelo en la hora del recreo. Revindico mi puesto como fotógrafo de la boda que soy: -y yo con quién voy?- pregunto mientras pienso que tendría que haber cogido el mío. Una voz con rizos acepta llevarme en su Ford fiesta rojo del año catapún al que empiezo a alabar por puro agradecimiento. Chapa impecable-le digo, mientras me dejo una hernia discal en un bache. Se sonríe. Resaltar algo objetivo siempre es un punto asegurado. Ella y las otras dos acompañantes siguen hablando de sus cosas. Todas, a excepción de las pijas y la Ascen son compañeras de trabajo de mi amiga. Todas, a excepción de las pijas y la Ascen tienen temas intrascendentalmente importantes que hablar. Todas, a excepción de la conductora de rallis, tienen menos de cuarenta y están emparejadas. Todas, menos yo, lo saben. Desacierto en preguntar, por la cara que pone, si tiene hijos, a lo que me pregunta que qué años le echo a lo que yo me precipito en decir 25, y ante su inexpresiva faz resuelvo decir "42?" Totalmente subjetivo. Desisto en querer arreglar su cara. Definitivamente le caigo mal. Decido callarme. Aparcamos y bajamos. Además de fotógrafa soy guardaespaldas de las 3 amigas. Por fin vislumbro a la Novia pero anda entre risas y sigo batallando sola. Me quiero ir. Me río. Sigo caminando un buen trecho. Podríamos haber bajado andando pero omito el comentario. Me sonrío.

Una de las salas del restaurante se abre únicamente para nosotras. Una mesa larga repleta de embutido y un radiocedé en el suelo frente a una desusa chimenea. Por fin cruzo palabra con mi amiga, y le cuento cómo he ido a parar hasta allí, mientras el gallinero sigue cacareando de fondo. Si acabase trabajando en la gestoría a la que pertenecen, lo primero que haría sería escupir al jefe e insultar al hijo, subiría los sueldos y pagaría pluses por puntualidad. Montaría un despacho sólo para la rizos y una guardería para todas las madres. Y todo por verlas cambiar de tema un ratito.

 

 

-¿En el presupuesto entra la sangría de cava?- pregunta la contable fiscal –sólo las de vino- aclara la camarera.-Y no se pueden cambiar? -No. -pues traiga cocacolas-concluye.
-...y traiga las sangrías que entran, también! – grito yo indignada por su apropiación del mando de la nave. Todas se callan, como si de una asociación de exalcohólicos se tratase la fiesta. Recuerdo que soy un polizón y añado: “para emborrachar a la novia!, hay que bebérselo todo esta noche!”

 

me pregunto:

¿dónde he dejado mi bote?

 

 

 

 

Cansadas de su monotema, deciden abrir fronteras al otro lado de la mesa, justo cuando ya me había acostumbrado a mi selfservice: mi tostadita de paté por aquí, mi queso en lonchas por allá, mis dos sangrías bien puestecitas frente a mi, a mano la que ya era mi cámara: fotos de yo y la novia; yo y la chimenea; yo y las pijas de fondo; yo y mi venganza: instantáneas sin avisar del resto de congregadas.

-Bueeno!!- emerge una voz de ultratumba-y en qué trabajáis el resto, vamos a ver?

-vendo Swarovski en el Corte Inglés. –dice la Ascen mientras se me rompe una de las tostadas que estaba untando.

yo- dice la pija clon- en el ayuntamiento de Barcelona.

- y tú?-preguntan a la otra pija

-yo en Barcelona.

- y dónde trabajas tú? –refiriéndose a mi. Tomo aire:

 

En la mayor empresa de España, qué digo: del mundo! Menudo problema con la cena de Navidad nos llevamos. Dónde conseguir un servicio de catering para tanta gente!, ay,ay.. de verdad.. y dónde congregarnos a todos? somos de un especial.. y ninguno organiza ná,oye!, yesque andamos tan escasos de tiempo!

.....

 

 

Estoy en el paro” aclaro con voz de locutora de noche.Estallan a reír. Me como el paté con los dedos y añado seria:”pero en mis ratos libres soy multiorgásmica. Me hago amigas explicando técnicas sexuales. Hay quien piensa que para tener orgasmos vaginales basta con tener vagina.. un milagro se necesita! ¿Y las que esperan correrse en la primera cita cuando realmente por lo único que se está es por esconder barriga y gracias?. Lo que hay que hacer es darle mucho a la lengua.-aclaro mientras pelo una banana_hablar mucho vaya. Come plátano, amiga!! Grito a la novia a modo de conclusión, cogiéndola por la mandíbula para hacerselo engullir asido a modo de navaja.

Acabo de salir de un exorcismo. Mi vergüenza escénica y mi aburrimiento vencidos con una puesta en escena que no podría repetir aunque quisiera. Minidiscurso bien acogido, preámbulo de la próxima media hora de monólogo. Sirvo botella de cava, enciendo la radio y nos ponemos a bailar la contable fiscal, la Swarovski, la novia y yo. Recuerdo que no me sé sus nombres y sigo bailando. Dejo mi cámara a otra para que nos tire fotos. Encantada acepta. Me sale trabajo de contable en la gestoría. Me preguntan dónde ir después y si quiero algo. -Sí: irme!!!- digo sin saber por qué.

Se ríen sin apenas escucharme.

Soy la reina del mambo.

Cada día hago menos y soy más.





 

Lo que no entra a examen

Lo que no entra a examen

Me enseñan lo que podría aprender con libros, y lo que no está escrito lo tengo que aprender por mi cuenta. Vivir es estar vivo. Algunos pocos conservan esta definición de la vida y aparecen en documentales como algo curioso y excepcional cuando somos nosotros, los primermundistas  y los que se mueren de pobreza en el intento, los que realmente somos de observar. Las matemáticas: 4/2 = 2. y 4000000/ 2000000 también = 2. Hasta ahí daría por bueno todos los avances en tecnología, ciencia, y cultura del bienestar. Pero el quebrado no sigue las proporciones. Algo falla. Qué les pasa a las mentes del mundo civilizado. Soy respetuosa con lo que me respeta y con lo que no, intento entender porqué pero me cuesta: la contaminación acústica es molesta, y tengo que hacer un laberinto para comprender qué está pasando por la cabeza del que en una retención se arma a pegar bocinazos. A mi no me resulta sencillo entender que está cansado y que por eso se altera. No quiero construir excusas estúpidas con argumentos de peso. Pero el atasco avanza y el ruido se aleja, y yo abro la saca y echo en ella otra incongruencia más con la que me toca vivir. El denominador se engorda y toca inflar el numerador con cosas inútiles. Los números rojos de mi contabilidad no se reflejan en el balance de las empresas del mundo. Su beneficio no contempla mis pérdidas, no me asesoran, no satisfacen mis necesidades vitales también de consumo. Pero no pasa nada porque no me ponen una soga al cuello, verlos como un pequeño colmado de barrio está en mi mano, y rehúyo de sus estrategias y optimizo sus adelantos. Recordar que me puedo mover a una velocidad que mis pies no alcanzan o conseguir pan y agua potable con un pequeño gesto, me aplacan frente al capullo del coche que me ensordece con su estridente ruido. Y cuando llego a casa, pulso un botón y aparecen imágenes de gentes incivilizadas a kms de distancia, con una lanza en la mano y un gesto tranquilo en su cara. Me miran. Yo les sonrío. Y me siento cercana estando tan lejos.

En la universidad de la vida, hoy han vuelto a contarme algo que no entra a examen pero que debo estudiar para darme mi aprobado, ese que no tiene nota pero que me satisface más que el sobresaliente académico.

Los entresijos de mi mente

Qué miedo perderse en los entresijos de la mente. Me cuestiono qué es lo realmente incuestionable en mi vida y qué hay de incierto en las afirmaciones que hago y que no cuestiono. Doy la vuelta a palabras eternas: Siempre, Nunca. Reviso la que más utilizo: Sentir. Pienso en la que más me aflige: Dolor. Agito la coctelera, extraigo ideas y sigo pensando: tengo argumentos para casi todo. Este “casi” se tiñe del color del día y se cuarta por la palabra Amor. Me obligo a pensar: el amor es una palabra que no utilizo y que no pienso. Escribirla me abruma. Como argumento no me vale. Pienso que no me gusta y me asusto. Qué hay de absoluto en todo lo que se escribe con ella, por qué tiene tantos detractores y tantos seguidores. Podríamos diferenciar la sociedad entre estos dos grupos y dejar lo de hombre/mujer como una anécdota sexista más del pasado. Imagino los grupos que conformarían esta inventada clasificación. Detractores: personas desquiciadas, reservadas y/o calculadoras, que descartan ver películas románticas, el color rosa y las novelas de Corín Tellado. Seguidores: personas sensibles, cursis y/o bohemias con gusto por el arte en general, fáciles de disuadir, con sentimientos de culpa que alternan con el de hacer sentir culpable. Sería divertido saber quién, de estos dos grupos, tiene mayor índice de analfabetización mundial, mayor longevidad, menor estatura media y mayor capacidad para el lenguaje, y cuál es el que tiene mayor capacidad de orientación, más masa muscular y es menor en número de población mundial. Pero no, caeríamos en ver, qué porcentaje de hombres y mujeres hay a cada lado de la balanza. Recuerdo una frase: el hombre, el peor enemigo del hombre. Y es verdad. Anda mira, algo que parece incuestionable.  Pero voy a ir más allá y voy a pensar que somos aburridos, sólo eso, que nos tomamos la vida en serio, pero solo aparentemente y eso además de aburrido es triste, muy triste, porque cada 3 segundos muere un niño de hambre en el mundo y eso si que es incuestionablemente muy serio y triste. Vuelvo a pensar en la clasificación hombre/mujer. Es evidente que en un gran porcentaje (quiero pensar que es incuestionable)  el tamaño de los genitales nos diferencia entre unos y otros. Algo tangible, mesurable: ideal para la rápida clasificación. Qué pena entonces que saquemos punta cuando el lápiz es de minas. Pienso en mi pensamiento viciado, contagiado y enriquecido por lo que me envuelve. Así no hay manera de pensar en el Amor, y sigo pensando, en sus derivados, y asocio: estar enamorada con la química del cerebro; amor fraternal con sentimiento gratuito; amor de pareja con invento social; amor por la vida con estado anímico; amor entregado con acto justificado; amor divino con sentimiento chantajeado. Amar por Amar... No existe, y si existe, que me lo traigan. Estoy dolida, recuerdo que esta palabra me aflige pero no me exonera de su sensación, y es que aún no he comido y no me imagino sin echarme nada a la boca, y menos morirme por no comer, y menos aún imaginarme que alguien famélico se cuestione todo esto. Pero me lo voy a imaginar. Quiero hacer reversible lo incuestionable. Quiero ser optimista y creer que en algún momento espacio temporal existe el Amor en su definición más generosa y que mi limitada y golosa mente no alcanza a ver. La incuestionable hambre me devuelve a pensamientos más banales y mi mente me acompaña dirección la cocina dándome palmaditas en la espalda.